El abuelo que saltó por la
ventana y se largó es el título de uno los libros de más éxito de los últimos
años. Si tenemos en cuenta que fue el debut de un autor desconocido por estos
lares, Jonas Jonasson, y que se publicó en editoriales relativamente pequeñas, Salamandra y La Campana –en castellano y catalán respectivamente-, su gran repercusión
es aún mucho más meritoria.
Como por aquí somos un poco
alérgicos al excesivo ruido ambiental que producen este tipo de fenómenos de
ventas (comentario snob donde los haya pero cierto como la vida misma) hemos
esperado un tiempo prudencial para leerlo. Casi 3 años después es un buen
momento para hacerlo ya que se ha desvanecido toda la publicidad a su
alrededor.
Su inicio lo conoce cualquiera
que haya estado medianamente atento a los medios de comunicación en estos
últimos años: En el día que cumple 100 años, Allan Karlsson se despierta en la
residencia de ancianos donde vive. Cansado de estar encerrado, en lugar de
prepararse para la fiesta que le espera, abre la ventana de su habitación, y
desciende por el emparrado hasta llegar
al jardín y huir del lugar. Poco a poco, llega hasta la estación de autobuses y
compra un billete con el poco dinero que tiene en la cartera. Mientras espera
topa con un joven que arrastra una pesada maleta. Como el joven es un idiota
malcarado, Allan aprovecha que el muchacho está en el lavabo para subir al
autobús con su maletón sin saber que contiene millones de coronas suecas en su
interior.
Al llegar a su destino –aunque
sea elegido casi al azar- se hace amigo de Julius, el habitante de una cabaña
cercana a la estación. Hasta su cabaña llega también el joven –siguiendo el rastro del abuelo y, especialmente, de su maleta robada-. Nuestro
protagonista y su amigo consiguen deshacerse de él y emprenden una huída –para
la que adquieren un coche con chófer, Benny- cargando con la maleta rebosante de dinero.
A partir de este momento, Allan y
sus nuevos amigos siguen viajando, suman peripecias y nuevos conocidos a su
grupo, mientras les persigue la banda de la que formaba parte el joven
delincuente y también la policía que, en un alarde de inteligencia, cree que el abuelo ha sido secuestrado.
Mientras todos estos
acontecimientos se suceden, Allan explica retazos de su tumultuosa
vida: su juventud, la participación en la Guerra Civil Española, su relación
con la operación Manhattan, la visita a la China de Mao, su amistad con Josef
Stalin y su estancia en un campo de trabajo en Vladivostok, etcétera, etcétera,
etcétera.
Y así, alternando capítulos entre
el presente y la huida de nuestros protagonistas con la narración de la vida de
Allan y su presencia en la mayoría de hechos históricos importantes del S.
XX, transcurren rápidamente las páginas.
El autor, chico listo, consigue
dotar a la trama de un tono ligero y un ritmo vertiginoso que engancha con
facilidad a los lectores. Utiliza un punto de vista ligeramente irónico para
narrar la acción que consigue abundantes sonrisas cómplices y más de una
carcajada. Todo esto provoca que sea una lectura adictiva y además, mérito
incuestionable, consigue que tanto Allan Karlsson como sus amigos caigan bien
y que se les coja aprecio, por lo que la lectura avanza con fluidez manteniendo
siempre la intriga para saber cómo se desarrollan las aventuras del grupo.
Todos estos méritos son los que
han provocado que El abuelo que saltó por la ventana y se largó haya logrado
convertirse en un best seller y haya sido tan regalado.
Pero, pero, pero, a pesar de
reconocerle todos estos méritos en conjunto nos ha sabido a poco. El tono
es tan ligero que más bien parece una novela juvenil -incluir alguna
descripción no habría estado de más-. Los personajes están poco desarrollados y
su comportamiento responde demasiado al azar. La narración de la vida de Allan
Karlsson padece el síndrome Forrest Gump: el hecho de querer abarcar demasiadas
cosas, de tener presencia protagonista en tantos episodios históricos
importantes provoca cansancio en el lector que asiste con distanciamiento a la
narración de los hechos.
La suma de estos elementos provoca que el interés por la historia se desmorone y llega un momento en que se desea que termine, siendo el resultado final del libro bastante irregular.
El abuelo que saltó por la
ventana y se largó es un libro que tiene sus méritos y Jonas Jonasson demuestra
que sabe tocar los resortes adecuados para conectar con el lector, aunque
posiblemente guste más a un público no demasiado exigente.
De todos modos, es preferible que
se produzca un fenómeno de ventas con un libro como éste, que pretende divertir
y cuenta con un cierto componente histórico didáctico, antes que con alguna
otra trilogía repleta de vacuidad y amparada en unos argumentos pretendidamente
escandalosos que no reflejan más que la tontería imperante en nuestra sociedad
de consumo demandante de productos prefabricados y predeglutidos.
Jonas Jonasson en la Wikipedia
Jonas Jonasson
Recomendación:
No eludir la lectura de best-sellers por el mero hecho de serlo. Te puedes perder cosas interesante y siempre queda la opción de ponerlos a caer de un burro.
Durante la escritura de
esta reseña escuché el nuevo disco del gran John Grant, Grey Tickles, Black Pressure. El divertido Say Hello to the Kid de los injustamente desconocidos Jugoplástika, el decepcionante Maximum Entropy de Man Without Country y el tranquilísimo Daisies of the Galaxy de uno de nuestros ídolos, Eels.
A mí el libro me pareció repetitivo en muchos aspectos y con bastantes carencias, si bien es indudable que se lee fácil, tiene momentos más o menos divertidos, el planteamiento es original. Pero hasta ahí. Si es que ya se sabe, cuando hay mucho ruído suele haber pocas nueces (no siempre, pero...)
ResponderEliminarUn abrazo
Estamos bastante de acuerdo, por lo que leo.
ResponderEliminarUn abrazo.