Ya
hace casi 2 años de la reseña de Memento
Mori, el primer libro de la trilogía Versos,
Canciones y Trocitos de Carne de César
Pérez Gellida, y aunque me gustó mucho y que compré
rápidamente los otros dos títulos– Dies Irae
y Consummatum est-, no encontré el momento de leerlos como debe hacerse, seguidos.
Durante
este tiempo la repercusión del autor ha crecido significativamente, hasta ser
punta de lanza del éxito de la novísima novela negra española junto a Dolores
Redondo con su trilogía de Baztán y los espléndidos libros de Víctor del
Árbol, gracias al enorme éxito de Versos,
Canciones y Trocitos de Carne, siendo calificado mayoritariamente como
el Stieg Larsson español (estrategias publicitarias de la editorial) e
incluso, ya ha publicado una nueva novela titulada Khimera.
Dies Irae
sitúa la acción en diferentes puntos de Europa. Por un lado Valladolid, donde
Ramiro Sancho lleva unos meses desnortado y totalmente obsesionado con el caso
de Augusto, hasta el punto de solicitar una excedencia para recuperarse, aunque
realmente su objetivo es seguir investigando sin ataduras. Por otro, Belgrado,
donde Carapocha y su hija, Erika, -a la que se ha acercado muchísimo en los
últimos tiempos- se dedican a perseguir criminales que no pueden ser detenidos
por vías –digámoslo así- habituales. Y para finalizar la italiana Trieste,
lugar al que se ha desplazado Augusto inspirado por James Joyce. En esta ciudad
tarda poco en volver a asesinar y gracias a la prensa internacional, Carapocha
reconoce fácilmente su firma y avisa al Inspector Sancho de la reaparición del
sociópata.
Mientras
Augusto recupera y persevera en sus actos, Ramiro va siguiendo sus pasos-
siempre muy por detrás-, y Carapocha y su hija buscan al culpable de la matanza
de Srebenica en la Guerra de los Balcanes, por motivos universales y
particulares. Los universales son de sobra conocidos, los particulares por
considerarle culpable de la muerte de su esposa y madre respectivamente.
Crecido por
la perfección e impunidad de sus actos, Augusto se siente reforzado e
incrementa las aportaciones a su obra (tal y como Augusto llama a su colección
de asesinatos), hasta el punto de desplazarse por diferentes puntos de Europa,
llegando hasta Islandia donde ajusta cuentas pendientes con viejos enemigos, y
por varias ciudades de Europa Central con la excusa de seguir la gira del grupo
musical Rammstein.
Ante
la estela de cadáveres, la Interpol toma cartas en el asunto y crea una unidad
especial, una suerte de Liga de Hombres Extraordinarios conformada por
Carapocha, Ramiro Sancho, Gracia Galo (inspectora de policía de Trieste) y
Ólafur Olafsson (comisario islandés) para que unan sus esfuerzos para
capturarlo. Augusto seguirá tan escurridizo y perfeccionista como siempre,
aunque sin poder ni querer evitar incrementar su obra y, como buen narcisista
ansioso de reconocimiento, dejará su sello en cada uno de los crímenes y
consiguirá llevar siempre ventaja a sus desconcertados perseguidores.
Podemos
diferenciar entre los dos libros, mientras en Dias
Irae se incide más en la parte psicológica (conocemos más a Augusto y la
evolución de su mente hasta dar el paso y convertirse en un asesino, el pasado
de Carapocha y sus relaciones personales, y la situación al límite del
Inspector Sancho) y en el desarrollo de las situaciones, en Consummatum est la concatenación de situaciones
plasmadas por el autor y el atisbo de su posible resolución, provoca que el
lector entre en una montaña rusa de sensaciones y devore las páginas del libro
acrecentándose la sensación de ritmo y acción frenética, llevando al lector a
desear terminar el libro para saber quien ganará: el bien o el mal. ¿O habrá
alguna nueva sorpresa al final?. César Pérez
Gellida nos muestra un excelente dominio de cómo encauzar la acción
hacia un final trepidante.
El
escritor ha creado unos personajes magníficamente dibujados: Augusto sigue
siendo el mismo hedonista refinado del primer libro avanzando enloquecido por
el asfalto de un camino sembrado de muerte, esperanzado en conseguir la
eternidad gracias a la repercusión de su obra. Ramiro Sancho, en zozobra
continua y superado por la situación tanto a nivel profesional como personal
–que por la actuación del asesino se interrelacionan fácilmente-,
convirtiéndose la búsqueda del sociópata en su motivación vital. Carapocha y
sus múltiples capas que envuelven al frío especialista en psycho killers, al
padre protector y al vengador justiciero entre otros. La inspectora Gracia Galo
con su total dedicación al trabajo, hecho que le da seguridad ante el vértigo
que le produce cualquier decisión en su ámbito personal. Olafur… y su alcoholismo
autodestructivo para encubrir su fracaso a nivel humano. Erika, tan enferma
como dura; vulnerabilidad revestida de acero.
También
quería destacar el magnífico trabajo de documentación llevado a cabo por el
escritor, especialmente reflejado en las referencias hacia la guerra de los
Balcanes. El resultado es francamente brillante, aportando luces a unos hechos
que permanecen oscurecidos en la conciencia colectiva europea.
Al
igual que en Memento Mori, las referencias
tanto a clásicos de la literatura universal como musicales son constantes,
dando –en esta ocasión- nombre a los capítulos canciones tanto de Love of
Lesbian como de Vetusta Morla. A quien no le guste la música
simplemente obviará estas referencias pero su elección ayuda a comprender a
Augusto y sus estados de ánimo. Aunque, pequeña crítica, por un lado, tanta
música actual referencia el libro a un momento demasiado concreto y por otro,
un personaje de gusto tan refinado como Augusto no admiraría a un grupo tan
superficial como Vetusta Morla.
Como
ya comenté anteriormente, a pesar de que se compare a César
Pérez Gellida con Stieg Larsson, Augusto Ledesma recuerda
poderosamente al Patrick Bateman de Bret Easton Ellis –técnica
quirúrgica con perfección en su ejecución, gustos refinados, presentes
referentes musicales- o incluso tiene mayor similitud con Jo Nesbö que
con el citado autor sueco, aunque contra las estrategias de marketing
difícilmente se puede luchar.
Que
a nadie le asuste el tamaño de los libros, uno se sorprende de la rapidez con
que se lee. La adicción provoca velocidad de lectura y esta trilogía es una
demostración palpable de ello. Leer Versos,
Canciones y Trocitos de Carne conllevará horas robadas al sueño pero
compensa sobradamente con oleadas de frenesí y aullidos desenfrenados de gozo.
OTRAS RESEÑAS DEL AUTOR:
SARNA CON GUSTO
CÉSAR PÉREZ GELLIDA EN LA
WIKIPEDIA:
RECOMENDACIÓN:
Evidentemente
la trilogía Versos, Canciones y Trocitos de Carne así como acercarse sin miedo
a las nuevas voces de la novela negra española: Víctor del Árbol, Dolores
Redondo, Alexis Ravelo, Susana Hernández e incluso Carlos Zanón, entre otros.
Mientras
escribía esta reseña escuché el muy oscuro Mirror Being de The KVB (banda
sonora ideal de película de terror psicológico), el delicioso No son tu Marido
de Hazte Lapón, el sorprendentemente bueno Wire de Wire así como el ensoñador
Regiones Devastadas de Blacanova.
SPOTI VERSOS, CANCIONES Y TROCITOS DE CARNE CREADO POR SU AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario