miércoles, 27 de febrero de 2019

NEIL GAIMAN- EL OCEANO AL FINAL DEL CAMINO


Tenía muchas ganas de leer a Neil Gaiman. Por lo que sabía, sus libros lo tienen todo para gustarme por lo que me parecía increíble no haberme puesto todavía con su obra. Por eso, cuando vi en mi librería habitual la edición de bolsillo de El océano al final del camino, me decidí de una vez por todas para empezar a ponerme con ello.

Nuestro protagonista es un niño solitario, su mayor afición es sumergirse en la lectura y tiene dificultades para hacer amigos. De hecho, a la fiesta de su séptimo aniversario no acudió ninguno de los quince invitados, pero como sus padres le regalaron libros y un precioso gatito no le importó en absoluto. Poco después de ese día, sus padres alquilan una habitación de su casa a un minero sudafricano tratando de paliar sus dificultades económicas.

Y precisamente este huésped va a ser el desencadenante de la historia porque su suicido provoca que el niño conozca a Lettie Hempstock, una chica un poco mayor que él, y a su singular familia. Desde ese momento empiezan a pasar cosas extrañas en el pueblo; aparece dinero en sitios inverosímiles, caen monedas del cielo y, lo peor de todo, la familia del chico contrata a una atractiva niñera recien llegada al pueblo. Con sus fingidas aptitudes y su buena presencia, se gana enseguida a su familia y tan solo el chico sospecha de sus malévolas intenciones lo que le lleva enfrentarse abiertamente a ella, convirtiéndose en una desigual lucha tanto para su propia supervivencia como para restablecer la normalidad perdida en su mundo. Cuando más complicado lo tiene, el chico escapa refugiándose en casa de su nueva amiga, Lettie, que está más que dispuesta a ayudarle.

Sí, es un cuento. Un cuento fantástico lleno de imaginación que trata sobre la lucha entre el bien y el mal. Un bien en forma de niño vulnerable y un mal terrible y poderoso personalizado en Ursula Monkton, la niñera. Neil Gaiman no pierde el tiempo en la narración, la introducción es muy breve y nos sitúa enseguida en el núcleo de la historia en la que no dejan de pasar cosas continuamente. Lo explica con los ojos del niño, por lo que todo adquiere un tono entre asombro y miedo, desde la maldad atávica hasta los poderes y sabiduría de sus aliadas. Describe a los adultos como bastante estúpidos; el minero arrogante y jugador, los vecinos desconfiados, el padre débil ante la tentación destacando tan solo las integrantes de la familia Hempstock; mujeres fuertes, guardianas y protectoras.

Entre que la narración intercala diálogos y está plagada de acción y que la letra de esta edición de bolsillo viene a ser de tamaño 16, la lectura se consume con suma rapidez. Encima el escritor consigue que queramos tanto al chico como a Lettie y odiemos profundamente a la niñera (desde el primer momento la imaginé con cara de Nicole Kidman, que creo le cuadra perfectamente) por lo que quemamos página tras página para saber cómo se resolverá la historia, porque está claro que es un cuento y tiene que acabar bien. 

El océano al final del camino me ha parecido una lectura muy gratificante y me ha descubierto la enorme fuerza narrativa de Neil Gaiman. No cambiará el mundo de nadie, ni falta que hace, pero proporcionará unas horas de vigorosa lectura aunque se olvidará con facilidad. Posiblemente se le pueda acusar de falta de mensaje, pero no es mejor pasar un poco de miedo y unas gotas de diversión que soportar otra sobada moralina? En Urano lo tenemos muy claro.

Neil Gaiman en la Wikipedia

Recomendación: 
Leer con ojos de niño.

Mientras escribía esta reseña escuché el reeditado Veo Estrellitas de los fundamentales El Niño Gusano, Anticlones y Borrascas de mis compañeros de fatigas Deneuve así como el sorprendente y convincente La Gran Aventura de L’Emperador, un nombre que escucharemos mucho próximamente.

2 comentarios:

  1. Qué se ha hecho a ella misma? Poca cosa, salvo operarse tanto que tiene la misma expresividad en la cara que Steven Seagal; casarse con TonTom Cruise; hacer pelis chorras y además, daría perfectamente el pego de institutriz maligna.

    Creo yo, vamos

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