martes, 15 de mayo de 2018

Éric Jiménez - Cuatro Millones de Golpes. Una crítica.

Un buen día empecé a ver en las redes sociales un libro cuya llamativa portada captó mi atención de inmediato. Sobre un fondo amarillo cromo (confieso que he buscado la tonalidad) un bonito dibujo de un batería que en plena acción provoca un hongo atómico, sobre el que se lee el título: Cuatro Millones de Golpes. Tal dibujo solo podía hacer justicia a Éric Jiménez, el reputadísimo batería de Lagartija Nick y Los Planetas.

Siendo como soy muy fan de ambas bandas granadinas tenía muy claro que lo compraría en la primera ocasión que tuviese y esta se produjo, curiosamente, en la librería del Cosmocaixa rodeado de libros de otro tipo de arte. Puestos a afirmar filiaciones, con el tiempo y las trayectorias seguidas, casi me he convertido en mayor seguidor de los reptiles que de los planetarios, aunque es lícito reconocer que los primeros discos de estos últimos son capitales para definir la mayoría de edad del sonido “indie” español y tienen un par de discos totémicos para cualquier discoteca que se precie.

El libro sigue un orden cronológico, abarcando desde la solitaria niñez de un pobre granaino llamado Éric hasta prácticamente nuestros días en que ya hace tiempo que es un batería de reconocido prestigio. Alterna episodios de su vida personal con otros más estrictamente musicales. No ahondaré demasiado en detalles de su vida privada pero Éric demuestra ser honesto y sincero al verter en estas páginas sus incursiones en el infierno, reconociendo sin cortapisas que ésta ha sido tan intensa como caótica y desnortada. Asume sus culpas y errores sin buscar fáciles justificaciones ni maniobras de evasión y dejándose pocas cosas en el tintero y solo en caso de que no le pertenezcan (seguimos queriendo saber por qué Kieran dejó el grupo…). Como he dicho anteriormente: Sincero, honesto e incluso algo inconsciente, o como el mismo autor diría: punk, muy punk.

El tono ligero e, incluso, divertido al relatar múltiples anécdotas se impone sobre los pasajes dolorosos provocando una amena lectura, que se convierte en muy interesante al actuar como cronista y personaje principal de la llegada y eclosión de la música indie. No en vano, empezó a tocar la batería con tan solo 13 años con los que, con la eclosión del punk en Granada, formarían  KGB (coetáneos de grupos como TNT y 091). Posteriormente se integró en los magníficos Lagartija Nick, en sus tiempos de punk rock más aguerrido y sus precarias primeras giras, cristalizando en la obra cumbre Omega (encuentro que no fusión entre el flamenco de Enrique Morente y el rock devastador de Lagartija Nick) para unirse posteriormente a Los Planetas, la banda más importante del indie nacional, en el momento de grabar Una Semana en el Motor de un Autobús -sin ninguna duda, uno de los mejores discos de esta corriente- viviendo al máximo el crecimiento y consolidación de la escena indie. Con el tiempo volvió a unirse a la banda de Antonio Arias, alternando ambas, realizando múltiples colaboraciones con todo tipo de grupos y algunos amigos. 

Poder ver todo esto reflejado en un libro y narrado sin pelos en la lengua, es un auténtico tesoro para los amantes de la música. Tanto por la escena que describe y de la que se sitúa en su epicentro casi sin darse cuenta, como por los palos que con disimulo deja caer durante la narración. Entre ellos, destaca que mucha gente se ha ido subiendo al carro de colgarse los méritos del fantástico Omega, mientras durante su grabación se veía casi como una herejía y lo hicieron prácticamente solos. También reciben algunos ejecutivos gafapastas de discográficas independientes a los que trata de acomplejados niños de papá disfrutando de su parcela de poder así como a la cantidad de amigos que les aparecen en el momento de recibir premios, aunque esto creo que es un mal común a toda entrega de premios. ¿Drogas y alcohol? También hay, en cantidades ingentes, pero el toxicosmos es un reclamo fácil en el que no caeré.

Cuatro Millones de Golpes, escrito por Éric Jiménez, es un libro que funciona tanto como la historia de un músico que ha vivido contundentemente, de la misma manera en que toca la batería, como siendo reflejo y testimonio de la consolidación de la escena indie de este país. Absolutamente indispensable para el aficionado a la música e interesante, por sus vivencias, para el que no lo sea tanto.


Recomendación: 

Lagartija Nick y Los Planetas. Omega.

Durante la redacción de esta reseña escuché el valiente Render Me Numb, Trivial Violence de los fenomenales Belako, el inmenso Crimen, Sabotaje y Creación de Lagartija Nick y el maravilloso y recurrente Una Semana en el Motor de un Autobús de Los Planetas.

sábado, 5 de mayo de 2018

OLIVIER TRUC - L'Últim Lapó - El Último Lapón. Una crítica

Hace ya bastante tiempo que compré L’últim lapó del Olivier Truc, primera novela del periodista de investigación francés. El motivo principal fue que la historia se desarrolla en Laponia, así de simple. Por si alguien lo desconoce, este enorme territorio no tiene estado propio sino que se extiende por Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Vastas extensiones de nieve con escasa densidad de población, frío constante prácticamente insoportable y, al estar situada sobre el Círculo Polar Ártico, días de noche eterna que poco a poco se van convirtiendo en días sin oscuridad. Cómo será de inhóspito que Papa Noel decidió instalar allí sus factorías para poder trabajar en paz durante todo el año.

En Kautokeino (Laponia noruega) hay mucha expectación ya que están a punto de exponer un preciado tambor sami que han donado después de permanecer muchos años en el extranjero. A pocos días de inaugurarse la exposición al público, el tambor es robado durante la noche. Los principales sospechosos son los miembros de la ultraderecha que consideran inferiores a los samis, los integristas religiosos que menosprecian su chamanismo además de delincuentes comunes que podrían obtener beneficio con su venta.

El robo ocurre a escasos días de la celebración en la ciudad de una conferencia de la ONU sobre poblaciones autóctonas, por lo que se moviliza a toda la policía de Kautokeino para resolver rápidamente el robo, incluso a la Policía de los Renos (cuerpo policial que opera en la extensa tundra lapona y que se dedica principalmente a dirimir en los conflictos entre ganaderos que se dedican a la cría de renos) donde encontramos a los protagonistas: el agente sami Klemet Nango y su nueva compañera, la joven Nina.

Para acabar de complicar el ambiente, uno de los ganaderos a los que habían interrogado Klemet y Nina es brutalmente asesinado. El fallecido, Mattis, era descendiente de uno de los principales chamanes de la región. En las primeras indagaciones, los policías descubren que parece ser que el dibujo del tambor podría ser el mapa de un legendario tesoro. A pocos días de la conferencia, con los nativos samis protestando en las calles y los simpatizantes de ultraderecha contrarios a los lapones buscando bronca, las presiones que recibe la policía empiezan a ser asfixiantes. En este ambiente, Klemet, Nina y el resto de agentes, tratarán de recuperar el tambor y esclarecer el brutal asesinato con la mayor rapidez posible.

Tras este punto de partida, L’Últim Lapó, ofrece una investigación policial bien desarrollada, que mantiene el interés durante sus más de quinientas cincuenta páginas gracias a las complicaciones que van surgiendo en el avance de la misma y a los potentes personajes principales: un Klemet con muchos años de experiencia en el cuerpo, pero que al ser nativo es rechazado por los suyos por ser policía y por el resto por ser sami y Nina, joven e inteligente agente llegada recientemente a tierras tan frías, para la que este es el primer caso importante que afronta. Todo ello con el enorme atractivo de desarrollarse en unas condiciones totalmente diferentes a las nuestras: temperaturas que alcanzan y superan con facilidad 30 grados bajo cero, vastísimas extensiones de tundra nevada por donde opera la Policía de los Renos y que llega a alcanzar cuatro países diferentes, auroras boreales y el curioso efecto de la noche polar (casualmente, el inicio de la historia se sitúa en ella y conforme avanza la narración las horas de sol van ganando terreno a la noche).

Pero lo que realmente convierte en singular a este libro es que tras una correcta historia de robos y asesinatos, Olivier Truc nos descubre la cultura lapona (mejor utilizar el término sami ya que el más conocido y comercial lapón tiene connotaciones despectivas) y muestra como es una identidad atávica que ha estado oprimida y ninguneada a lo largo de los siglos por los pobladores que han ocupado sus terrenos históricos (suecos, noruegos, fineses y rusos) debido a las grandes riquezas naturales que atesoran. A pesar de una cierta toma de conciencia y reivindicación en las últimas décadas, hoy en día continúan estando escasamente integrados, empleados principalmente en trabajos de escasa relevancia (el caso de Klemet es claramente una excepción) y en algunos casos, dedicados a algo tan duro y escasamente rentable como la cría de renos, profesión a la que se aferran por tradición y respeto a sus ancestros. En cuanto a su cultura, el miedo a su chamanismo provocó que fuesen perseguidos y sus objetos rituales destruidos en su casi totalidad (de aquí la importancia del tambor robado) por parte de las religiones de los pueblos anteriormente mencionados.

El gran mérito de L’Últim Lapó de Olivier Truc estriba en que permite descubrir aspectos de una cultura ciertamente desconocida, bajo la coartada de una peculiar investigación policial, con una cuidada ambientación y una trama original y bien desarrollada que logra mantener la atención hasta el final de la novela.  
Recomendación: 

Seguirle la pista a Olivier Truc. Su manera de escribir es ciertamente didáctica.
Laponia pinta muy bien pero qué pereza con tantísimo frío.

Durante la redacción de esta reseña escuché el pop contagioso de The Spook School en su divertido Try to be Hopeful, el inspiradísimo Gatopardo de los imprescindibles Triángulo de Amor Bizarro y para ambientarme, el magistral No son tu marido de Hazte Lapón.


martes, 1 de mayo de 2018

LEILA SLIMANI - CANCIÓN DULCE. Una crítica.

Ya he comentado anteriormente en estas páginas virtuales que el Premio Goncourt es uno de mis referentes, puesto que salvo algún esporádico tropiezo este galardón es garantía de historias de interés. No hace demasiado y en una demostración de buen gusto, me regalaron Canción Dulce, escrito por Leila Slimani, segunda novela de la autora y vencedora de la edición de 2016 del citado premio.

Paul y Myriam son dos parisinos de clase media que recientemente han tenido a su segundo hijo, poco después de su primogénita. La madre está en un estado de insatisfacción constante y al borde de la depresión al haber encerrado su mundo entre las cuatro paredes de su casa, desbordada por el cuidado de sus hijos. Para salir de ello decide volver a su trabajo de abogada iniciando un cuidadoso proceso de selección de la niñera que cuidará de ellos. Tras varias entrevistas, encuentran a la persona perfecta Louise, una mujer pulcra y menuda, con experiencia y buenas referencias por lo que la contratan inmediatamente.

Louise no solo se gana fácilmente a los niños sino que además, y sin pedir dinero de más, realiza tareas de asistenta e incluso cocina maravillosamente. Gracias a ella, todo está en orden y en su sitio adecuado. Los padres están encantados, por lo que empiezan a alargar sus horarios convirtiendo a Louise, cada vez más, en un miembro indispensable de la familia con un creciente ascendiente sobre sus hijos. A pesar de que empiezan a detectar en ella fijaciones y obsesiones preocupantes, la comodidad que les aporta es superior a la inquietud, hasta que poco a poco el equilibrio empieza a resquebrajarse.

Esta sinopsis estaría muy lograda sino fuese porque desde la primera página sabemos que los niños mueren. No, no es un spoiler, la escritora nos lo indica sin tapujos al inicio de la novela. Si ya lo sabemos, entonces dónde radica el interés?. Claramente, en el andamiaje que va construyendo la autora para narrar la deriva de la niñera. Parte de un punto de partida optimista, con los padres encantados de la situación, y con el transcurrir de las páginas logra sembrar la semilla de la inquietud y la congoja en el lector. Mediante capítulos cortos que describen situaciones cotidianas, Louise muestra un carácter cada vez más obsesivo que no presagia nada bueno. La renuncia total a una vida propia fuera de su jornada laboral provoca que su enfermiza fijación en ser indispensable se incremente hasta límites insoportables. Leila Slimani demuestra un gran dominio de la tensión narrativa que solo decae en algunos momentos, por la normalidad de las situaciones descritas, pero la presencia de capítulos puntuales alumbrando el pasado de Louise la incrementan al ayudar a comprender las raíces de su desequilibrio. El uso de un lenguaje seco y directo, desprovisto de ornamentos contribuyen a incrementar la sensación de aprensión durante la lectura.

Canción Dulce plantea cuestiones destacables; la principal radica en que muchos padres hoy en día, debido al asfixiante ritmo de vida y los exigentes horarios laborales, se ven obligados a dejar el cuidado y educación de sus hijos en manos de un/a desconocido/a tras una breve entrevista y unas escuetas referencias. Otra significativa reflexión surge del hecho de que en muchos de estos casos, la niñera es una persona inmigrante y de otra raza, con el contrasentido de que no les abrirían la puerta para integrarles en su círculo de amigos pero sí para entregarles a sus hijos pequeños. Para terminar, también quiero reflejar que aunque los padres vean algunos signos de tener el “monstruo en casa” no lo reconocen ni actúan por las ventajas que suscita su presencia a nivel de orden familiar y lo complicado de renunciar a ello.

Canción Dulce es un libro muy interesante. A pesar de que se lea con facilidad plantea preguntas de difícil respuesta y provoca una reflexión entorno al cuidado y educación de nuestros hijos. Leila Slimani se revela como una hábil narradora que sabe provocar congoja y malestar en el lector al tocar unos temas tan delicados.

Leila Slimani en la Wikipedia
Leila Slimani

Recomendación: 
Desde luego no ver durante un tiempo la película La mano que mece la cuna, salvo que no se quiera recurrir a terceros para cuidar críos hasta el fin de la eternidad.
Durante la redacción de esta reseña escuché a los fabulosos TRAU en su debut sixtie de aires beatlemanianos Déu vos guard, por ahí cerca también anda el estupendo Foxhole de The Proper Ornaments. Además de dos discos de estilos parecidos pero completamente opuestos: el atractivo  shoegaze luminoso de Nothing en Tired of Tomorrow y el tesoro llamado Records de Kyoto de Últim Cavall, con su belleza recóndita escondida tras capas de sonido.


THE SMITHS - THE HAND THAT ROCKS THE CRADLE