miércoles, 24 de mayo de 2017

Edward Bunker- Little Boy Blue. Una crítica.






En la última excursión a la Biblioteca Pública, al curiosear entre sus estantes, me sorprendí gratamente el encontrar en la letra B un libro de Edward Bunker. Después de haber disfrutado anteriormente con No Hay BestiaTan Feroz,  uno se confiesa convencido admirador del escritor de Los Ángeles con lo que tuve muy claro que me llevaría a casa Little Boy Blue, el título que tuve la fortuna de hallar y que según el propio autor, es su mejor obra. En este caso, con traducción de Zulema Couso. 

Al inicio del libro, conocemos a Alex Hammond, un chico de once años dotado de una gran inteligencia acompañada de un explosivo carácter con violentos accesos de rabia que por momentos llegan a hacer pensar en conatos de locura. Tras el divorcio de sus padres, la imposibilidad del progenitor de cuidarle a tiempo completo provoca que Alex tenga que ir a varias instituciones estatales de acogida de las que se escapa con regularidad y donde empieza a desarrollar un marcado desprecio hacia la autoridad.

Una noche, después de haberse fugado con otro chico del último centro en el que estaban, deciden entrar a robar en una tienda cerrada. Cuando todo parecía ir bien e iban a escapar con su botín, los propietarios del negocio les descubren y presa del pánico, Alex dispara un revólver que encuentra en un cajón, hiriendo a uno de ellos.

En ese crucial momento, Alex deja de ser un pobre chico con mala suerte para pasar a ser un proyecto de delincuente. En ese momento, Alex cambia las escuelas y hogares de acogida por instituciones represoras. En ese momento, Alex todavía no lo sabe pero ha emprendido un sinuoso camino que no le llevará a ningún sitio.

A partir de entonces la novela sigue al chico en su peregrinaje por instituciones militares, pabellones psiquiátricos, centros de menores, correccionales y reformatorios varios, de los que termina, invariablemente, escapando gracias a su inteligencia y a su innato sentido de la supervivencia. En todos ellos, Alex es de los muchachos más jóvenes cuando ingresa, por lo que responde con inusitada violencia para hacerse respetar y ganarse fama de duro y a pesar de su autoaislamiento, se granjea una serie de amistades de los que aprende trucos y mecanismos de delincuentes que luego aplica cuando está en la calle. Con el transcurrir de las páginas asistimos indefectiblemente a la pérdida de la inocencia del chico, actuando al inicio movido por el miedo y la desesperación hasta que al final del libro, con 17 años, ya se ha convertido en un auténtico delincuente.

La acción se sitúa en los últimos años de la II Guerra Mundial y como ya ocurría en No hay bestia tan feroz, Edward Bunker relata de manera realista y con trazo vigoroso un mundo que conoció bien en primera persona, reflejado perfectamente en el detalle de las normas de funcionamiento de los centros de reclusión para jóvenes, con el progresivo endurecimiento de las normas de comportamiento en función de su grado. A la vez que aumentan la dureza de los mismos, contemplamos la progresiva degradación moral de Alex, orientando su privilegiada mente hacia el delito. En los paréntesis en que el chico está fuera, se describen con precisión los bajos fondos de Los Ángeles y los esfuerzos de un chico tan joven para “buscarse la vida” y conseguir ir tirando adelante día a día, sin horizonte ni esperanza sabiendo que tarde o temprano le terminarán capturando.

Tras estos aspectos más evidentes Bunker critica la total incapacidad e inoperancia de los distintos centros represores para dar una alternativa a la delincuencia a los muchachos ingresados en ellos, más bien todo lo contrario, convirtiéndose en escuelas del delito donde solo se respeta la violencia. El racismo también está muy presente en las páginas de la novela, mostrando el desprecio entre razas incluso en centros de reclusión. La presencia de las drogas y los devastadores efectos de las adicciones aparecen de soslayo, casi sin querer tomar protagonismo pero siendo muy importantes como motivadores de las acciones de los pequeños delincuentes dispuestos a cualquier delito con el fin de poder conseguir una nueva dosis.

Little Boy Blue es otra jugosa y desencantada historia de perdedores marca de la casa de Edward Bunker, en este caso con un mayor poso de tristeza debido a la edad del protagonista. La coherencia y verosimilitud de la historia provoca que capte totalmente la atención del lector que asiste impactado al desarrollo de la narración. Volvemos a reivindicar al obra del escritor y desde aquí elogiamos y agradecemos la tarea emprendida por Sajalín Editores para ofrecernos la obra de Edward Bunker, que nos ha permitido disfrutar de un escritor francamente interesante con unas historias tan visuales como realistas y entretenidas.


Edward Bunker en la Wikipedia
Edward Bunker

Recomendación: 
Edward Bunker, James Ellroy.

Durante la escritura de esta reseña escuché el sorprendentemente fresco Diez de Niños Mutantes, el encantador Atlantis del genio Joan Miquel Oliver y el catedralício Harmony de The Wake.

jueves, 18 de mayo de 2017

Spoon- Hot Thoughts. Una crítica






Casi 3 años después de su notable They Want my Soul, Spoon entregan su ya noveno disco, Hot Thoughts. Nueve discos en más de veinte años de carrera en el que Spoon han logrado un status de grupo respetable para la crítica aunque nunca han arrasado a un nivel mayoritario para el gran público.


Su sonido está claramente marcado por el protagonismo de los miembros del grupo que permanecen en él desde el inicio; Jim Eno con su rítmica y omnipresente batería y, especialmente, la voz nasal de Britt Daniel y su cortante guitarra que oscila entre el funk y el indie rock más clásico. Un más que consolidado Rob Pope al bajo, cose todas las costuras y da consistencia a la banda. La salida del grupo del multiinstrumentista Eric Harvey ha sido suplida repitiendo y dándole mayor protagonismo a la labor del reputadísimo Dave Fridmann como productor, tarea que comparte con el propio grupo. Como es habitual en él, ha llenado el disco de capas, texturas y detalles que se descubren con las sucesivas escuchas, valiendo la pena escuchar con atención para no perderse los imaginativos arreglos que pueblan sus surcos.


El trabajo de Dave Fridmann ha logrado que Spoon abra su abanico de posibilidades al adentrarse en sonoridades bañadas en electrónica, ahondando en el camino y las posibilidades que ya transitaron en Outlier, tema claramente disco de su trabajo anterior. Los mejores reflejos de ello se encuentran en la magnífica WhisperI’lllistentothehearit protagonizada por una sorprendente y efectiva base electrónica sobre la que Britt Daniel empieza cantando reposadamente para ir acelerando conforme aumenta la cadencia del tema, en una delicia sintética que llega a recordar momentos de Kid A de Radiohead. La inmediata y pegadiza First Caress, con su ritmo disco provoca que movamos indefectiblemente cabeza y pies, destacando la aparición de Sharon Van Etten a los coros y, especialmente, un arreglo imposible de piano enloquecido que encaja a la perfección para conseguir un temazo con claro aroma de single rompepistas. En este pack también se incluye Shotgun, gracias a una magnífica base electrónica que protagoniza la canción. 



Pero no solo encontramos temas electrónicos, Spoon no olvidan su sonido clásico y siguen ofreciendo píldoras rockeras, que coquetean con el funky, como el tema que abre y da nombre al disco, Hot Thoughts, así como en Can I sit next to you. En la primera, Britt Daniel se luce en su parte vocal reinando sobre guitarras y baterías rítmicas y cortantes, rememorando al Prince más sofisticado. La segunda es un imponente y contoneante tema funky que hacia su mitad se desborda gracias a unos ajustados y efectivos ritmos arábigos.



Como no podía ser de otra manera, en Hot Thoughts también encontramos magníficos tesoros como I ain’t the one; una maravilla melódica en que el cantante adopta un tono confesional mientras es acunado por una preciosa guitarra torpedeada por un abrupto bombo. Una de esas canciones que se graban en el subconsciente y se cantan una y otra vez. La otra joya delicada es Do I have to talk you into you, con la batería marcando un ritmo juguetón sobre el que se retuercen tanto la guitarra como la voz en otro tema francamente meritorio. 



Aunque no está de más decir que tanta creatividad y libertad acaba provocando excesos, como demuestra con claridad Pink Up, un vacuo tema de seis minutos colocado a mitad del disco y a pesar de que aparecen instrumentos tan curiosos como un saz (similar a un laúd) y darbukas (tambores árabes) danzando sobre sintetizadores, la sensación es de asistir a una jam-session improvisada que no lleva a ninguna parte. En términos similares se sitúa Us, la canción postrera, otro largo experimento protagonizado por un saxofon y que solo provoca aburrimiento y un mal cierre del disco. Sin dudar, los momentos más flojos del disco.


A pesar de estos dos pasos en falsos, Hot Thoughts es un buen disco –otro más de los de Austin- que todavía afianza más la carrera de Spoon. Aunque esté un peldaño por debajo caramelos tan gratificantes como Kill the Moonlight, Ga Ga Ga Ga Ga, Gimme Fiction o el citado They Want my Soul, no deja de estar repleto de grandes canciones y, además, es digna de alabar la apuesta por el grupo por no repetirse y experimentar con nuevos sonidos, arriesgándose a introducir novedosos elementos a su música que puede que incluso consigan mejorar su, un pelín, soso directo.

WHISPERI'LLLISTENTOHEARIT


 HOT THOUGHTS


CAN I SIT NEXT TO YOU

HOT THOUGHTS en Spoti


sábado, 6 de mayo de 2017

Los Planetas - Zona Temporalmente Autónoma. Una crítica





La noticia se confirma, nuevo disco de Los Planetas, el grupo referencial del pop-rock indie español. Siete años después de su último larga duración, el flojo Una Ópera Egipcia, y con el único interludio del EP Dobles Fatigas en 2015, entregan por fin su nuevo trabajo, Zona Temporalmente Autónoma. El título hace referencia a los escritos del ensayista Hakim Bey sobre sociopolítica post izquierdista y anarquista.


Por si no fuera poca noticia el nuevo trabajo, el hecho de venir precedida por la publicación de un split conjunto con Yung Beef, uno de los más importantes cantantes trap, así como las pretenciosas y autojustificativas declaraciones del grupo en las entrevistas promocionales, en las que afirman que toda la música popular bebe de palos del flamenco como el rock o el hip-hop, todavía le han dado más notoriedad.


El disco se abre con Islamabad, que es la canción que formaba parte del split citado, y que es una relectura del tema ‘Ready Pa Morir’ de Yung Beef. Consiguen llevar la canción a su terreno regalando una magnífica letra que incluye la estrofa final del tema original, aunque la forma de cantar de J –adoptando patrones trap- ofrece un resultado, como poco, dudoso. Continúa con un triunvirato de insulsas y desalentadoras canciones –Una cruz a cuestas, Soleá y Seguiriya de los 107 faunos- que reinciden en patrones presentes en sus últimos discos: mezcla de inspiración flamenca, psicodelia y space rock, temas atmosféricos, de texturas tan densas y ampulosas como anodinas, tan ralentizados que consiguen hacerse largos y que se confundan entre ellos y sean perfectamente intercambiables con otros de sus dos discos anteriores y nadie se de cuenta. Debemos mencionar la previsible colaboración de Soleá Morente en Una cruz a cuestas que no aporta nada destacable. 


Hierro y Niquel logra rescatarnos del aburrimiento con una base de pop clásico trenzada por un buen bajo y unas bonitas guitarras cruzadas sobre la que J canta inteligiblemente. Con un poco más de fuerza sería una gran canción. A continuación llega Porque me lo digas tu, un tema que es una contradicción: excelente a nivel instrumental en el mejor tono lastimero y melancólico de los granadinos pero lastrado por una letra de nivel de primero de ESO, con ripios sencillamente ridículos (puedes irte con Fernando, puedes ir con José Luís, te puedes ir con Mario, que tú a quién quieres es a mi) y que se balancea peligrosamente entre el amor incondicional y el acoso. De todos modos el disco ya ha tomado una cariz esperanzador que continúa con Libertad para el Solitario, bonito tema en el que destaca el muy cuidado trabajo a las guitarras. El siguiente tema, Gitana, tuerce el rumbo al reincidir en el indigesto space-rock del triunvirato mencionado anteriormente. Seis minutos de chicle desaborido que podría ser tanto cuatro como catorce porque al llegar al final hace rato que el oyente ha desconectado.


Pero no perdamos la esperanza, que el siguiente bloque es el mejor del disco: Ijtihad es un buen tema de power-pop en el que resulta imposible no recordar a The Pixies, tanto instrumentalmente como por la referencia en la letra hacia Isla de Encanta de los bostonianos. Una muy efectiva canción que da paso a Espíritu Olímpico, el mejor tema del disco, claro homenaje a The Cure en un tema delicioso que empieza siendo In Between Days para acabar convirtiéndose en un calco de Friday I’m in love de los de Crawley. En este caso, la colaboración de La Bien Querida ayuda a redondear la canción. El festival pop continúa con la canción que da título al disco, Zona Temporalmente Autónoma; una preciosa canción de amor cotidiano, de la que como mejor cumplido puede decirse que encajaría sin estridencias en su excelente Unidad de Desplazamiento. Amanecer levanta un muro de guitarras para adentrarse en un accesible shoegaze sobre el que J desgrana otra preciosa letra sobre el hecho de estar enamorado.  


Y si el disco terminase en este momento, hablaríamos de un buen disco con momentos prescindibles pero en un alarde de incontinencia siguen con dos temas más: Hay una estrella, un acústico que parece un intento de repetir Un Paseo por el Parque pero peca de monotonía reiterativa. Para terminar se reservan Guitarra Roja, que es una reinterpretación de una guajira libertaria de los años veinte (tirando de Wikipedia, guajira: género derivado del punto cubano que fue adoptado por el flamenco como palo), hasta aquí muy bien pero cerrar el disco con un tema de 10 minutos es una temeridad. Si encima es lineal y repetitiva, solo consigue que se haga interminable provocando una inmensa pereza para futuras escuchas. No es precisamente una nueva La Copa de Europa sino que está destinada a ser una pista ser evitada por el oyente, por no hablar de su letra que nada entre la ingenuidad y el panfleto. 


Los Planetas después de su muy flojo Los Planetas contra la ley de la gravedad (2004) se hallaron en un callejón sin salida ante el agotamiento de su fórmula de éxito. Entonces, inspirados por el excelso Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick, quisieron lograr un doble objetivo: iniciar una huida hacia delante y homenajear al maestro, y lo consiguieron en La Leyenda del Espacio (2007). Un buen disco –aunque inferior a Omega- que combinó inspirados temas pop-rock planetarios con coplas que tomaron como base palos flamencos y funcionó, compensando sus momentos álgidos las carencias que tenían. El problema radica en que los granadinos se obcecaron en esta vía y su siguiente disco, Una Ópera Egipcia, con preponderancia de temas “flamencos” fue una castaña a nivel similar al EP Nuevas Fatigas con solo una canción destacable. Desde entonces Los Planetas viven con esta dualidad incluso en sus conciertos: una primera mitad dedicada a su vertiente flamenca en que encadenan temas largos, densos y bastante semejantes entre ellos y una segunda en la que tiran de repertorio pop-rock grandes éxitos, reventando el show y compensando el aburrimiento anterior.


Y qué tiene esto que ver con el nuevo disco Zona Temporalmente Autónoma? Pues que encontramos a Los Planetas reincidiendo en el mismo punto y para dar cabida a esta dualidad presentan un disco desmesuradamente largo, 65 minutos, en el que la mitad de los temas no están a la altura. El disco está claramente descompensado. Emerge hacia su mitad, destacando en los temas pop-rock, especialmente en la secuencia que lleva de Ijtihad hasta Amanecer, pero se ve lastrado por la presencia de minas en forma de canciones. Un poco de autoexigencia traducido en tijera, en poda, se antoja imprescindible. Si se hubiesen suprimido algunas de las canciones que conjugan flamenco y psicodelia y los dos superfluos temas finales, un auténtico Tourmalet, el disco ganaría muchísimos enteros. Además resulta bastante incomprensible que dejen fuera Voy a por Tabaco, cara B del single, cuando es bastante mejor que muchas de las que lo conforman. Puestos a pedir, decirle a J que se deje llevar. Ahora que ha aprendido a cantar parece que se retenga y adopta una cadencia encorsetada. Solo se acelera en Espíritu Olímpico e Ijtihad y resultan ser las canciones más disfrutables. 


A pesar de nuestras palabras, Zona Temporalmente Autónoma es una buena noticia porque sube el nivel de sus últimos trabajos y Los Planetas siguen siendo el grupo más importante e intocable del indie  patrio, amparado por multinacional, con lo que cualquier lanzamiento que realicen seguirá siendo una obra maestra incuestionable y tendrá una fiel legión de seguidores.

ESPÍRITU OLÍMPICO



 ISLAMABAD

HIERRO Y NIQUEL

ZONA TEMPORALMENTE AUTÓNOMA en Spoti


lunes, 1 de mayo de 2017

Miqui Puig & ACP- El chico que gritaba ACID

Meravellosa cançó que trobem en el tremendo Escuela de Capataces de Miqui Puig & Agrupación Cicloturista Puig. Feia gairebé 7 anys que no publicava res i ens regala un disc prenyat de grans cançons com aquesta.





No hay futuro

no queda hielo

no hay nada más que hablar



Débil la voz

espaldas caídas, mirada triste

Débil de miedo

de mala salud, débil de todo

Viene con mierda

buscando abrasivos a nuestro club

del que no podrá salir



Dice que le quema dentro

que por eso grita fuerte

Pide que le lleve pronto

y se suena con la manga

“¡Por la hermandad!”



Como una estatua

sobre ese banco, bajo la lluvia

Horas y horas

en forma de cuatro, chirriando de dientes

Vuelan las sillas

rompen los platos, se acaba el respeto

Suerte del impermeable



Dice que le quema dentro

que por eso grita fuerte

Pide que le lleve pronto

y se suena con la manga

“¡Por la hermandad!”



No hay futuro

no queda hielo

no hay nada más que hablar



Meses después

llegó una carta con esa letra

Dos esquimales

y nuestro chico, mejillas rojas

Le brillan los ojos

cumplió su promesa, siempre hacia el norte

del que no querrá volver



Dice que le quema dentro

que por eso grita fuerte

 “¡Por la hermandad!”



no hay futuro, no queda hielo

ni lo habrá