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miércoles, 9 de septiembre de 2020

RUKELI - Una historia no demasiado conocida. FUTURO TERROR - RUKELI


Los alicantinos Futuro Terror llevan publicados cuatro discos de solvente y aguerrido punk-rock con cierta querencia pop, aspecto éste especialmente remarcable en su último trabajo; el estupendo Sangre (Humo Internacional, 2020).

Pero si por algo destaca Futuro Terror es por sus afiladas letras, tan cuidadas como combativas y con vocación de denuncia social, en las que siempre encontramos interesantes referencias (literarias, hechos históricos, personajes -muchos de ellos soviéticos) en las que indagar y profundizar.

Entre términos y nombres como Komsomol, Armen Beniaminov o Matrosov, me llamó poderosamente la atención la referencia a Rukeli (de quien no sabía absolutamente nada). La lectura detenida de la letra me abrió la puerta a una tan poderosa como funesta historia que trataré de contaros a continuación.

Johann Wilhelm Trollmann, nació a finales de 1907 en Wilsche (Alemania) cerca de Hannover. De origen gitano, fue conocido como Rukeli (en romaní árbol fuerte o árbol joven, según las fuentes). Fue un boxeador que destacó en la segunda mitad de la década de 1920 y la primera mitad de la siguiente. Tras sobresalir de joven, pasó al profesionalismo en 1929. Destacaba más que por su contundencia, por su velocidad de movimientos y juego de pies, hasta el punto de llegarse a decir de él que bailaba sobre la pista. Por su elegancia y un rastro de finas facciones se convirtió en un sex symbol ante el que las teutonas sucumbían inevitablemente y llenaban los asientos que rodeaban los rings donde luchaba. Su carrera y prestigio aumentaban y tras 52 combates en poco más de 3 años, le llegó la oportunidad de disputar la corona de Campeón de peso semipesado de Alemania ante Adolf Witt el 9 de junio de 1933.

Paro la narración para contextualitzar: Alemania, 1933. Un tal Adolf Hitler era Canceller Imperial desde principio de año y poco tiempo le faltaba para ser Führer. Uno de los postulados principales de Hitler trataba sobre la pureza de la raza ária y, digamos, que los gitanos no se adaptaban precisamente a ese precepto, por lo que el éxito del púgil no estaba nada bien visto desde las altas esferas del país.

Dicho esto, vuelvo al combate. Rukeli controló a Witt sin demasiados problemas, esquivando sus golpes gracias a sus movimientos de cadera y su juego de pies y mostrando superioridad sobre su oponente. A pesar de ello, al final del combate los jueces lo declararon sin resultado o sin decisión. Solo la presión del público, que protestó vociferando ante la injusta decisión, provocó que finalmente se le concediese el combate y la corona a Rukeli. Ante esta reacción y por su victoria, se emocionó y lloró.

Pero la alegría dura poco en la casa del diferente en entornos supremacistas y tan solo diez días después, se le desposeyó del título por supuesta conducta inapropiada: ¿cómo un ario llorando en público?. Se le permitió repetir el combate ante un nuevo oponente; Gustav Eder, elegido expresamente, por seguir fielmente los postulados del partido nazi y por ser físicamente más grande y voluminoso, pero prohibiendo a Rukeli moverse del centro del ring (eliminando así una de sus ventajas, su prodigiosa movilidad). Ante tamaña injusticia -o directamente chanchullo de la organización- y como forma de protesta, Rukeli se presentó al combate con su moreno pelo teñido de rubio y su piel aceitunada cubierta de polvos talco, para en forma de burla desesperada acercarse al prototipo deseado de raza aria. Al iniciarse el combate, el boxeador gitano plantó ambos pies en el centro del ring y allí estuvo resistiendo, sin atacar, hasta que cayó noqueado en el quinto asalto, cubierto por la sangre de sus múltiples heridas.

Tras este combate la persecución contra el pueblo gitano y contra Rukeli no solo no cesó, sino que se acrecentó como bien saben los libros de historia. En 1935 se le desposeyó de la licencia de boxeador por lo que tuvo que sobrevivir realizando exhibiciones circenses. Hacia 1938 fue enviado a un campo de trabajos forzados, siendo esterilizado ya que los gitanos eran defectuosos genéticamente y no debían procrear, aunque él ya tenía descendencia e incluso se divorció de su esposa para no perjudicarla a ella y a su hija. A pesar de no ser considerado un alemán puro, no dudaron en alistarle en la Wehrmacht y enviarle al frente ruso. Casualmente después de ser herido, fue expulsado del ejército por los conocidos motivos raciales. 

Al poco tiempo de regresar a Hannover, fue detenido por la Gestapo (por ser gitano) y enviado a un campo de concentración. Allí, al ser una figura pública, recibía castigos ejemplares y le hacían luchar contra otros reclusos, en ocasiones, hasta la muerte. Hay diferentes versiones sobre su fallecimiento, aunque la más extendida es que en una de esas peleas, ya en 1944, venció claramente a un kapo (preso colaboracionista con los nazis) y éste, enfurecido y después de recuperarse del combate, le mató a palazos.

Durante muchísimo tiempo, no se reconoció el ensañamiento e intento de eliminación de la raza gitana por parte de los nazis. De hecho, el gobierno alemán no lo hizo hasta 1982. El reconocimiento para Johann Wilhelm Trollmann, Rukeli, aún se demoraría unos años más: en diciembre de 2003 se le concedió o restauró el título de campeón semipesado de boxeo de Alemania por la victoria ante Adolf Witt en 1933. Actualmente, en Hannover una calle lleva su nombre así como existe un monumento en su honor y en recuerdo de una de esas historias que nunca tendrían que haber sido realidad.

Investigando compruebo que en los últimos años se han realizado diversas exposiciones teniendo como objetivo reivindicar su nombre e, incluso, el Nobel Darío Fo narró su historia en la novela El Campeón Prohibido.

Solo me queda agradecer a Futuro Terror tanto su música como las interesantes historias que permiten entrever entre sus reflexivas letras. A continuación dejo la canción.


Voy a ser vuestra caricatura
Voy a ser vosotros
el vivo retrato de vuestra locura
y no caeré hasta el quinto round
1933
vuestros cómplices me verán caer
me voy a clavar en vuestra mirada
y ser espejo de la grada
Tendré que caer
inocente y pálido
el talco y la sangre
en el último asalto
Voy a ser sangre coagulada
el llanto de una piel dorada
el vivo retrato de vuestra locura
y no caeré hasta el quinto round
1933
vuestros cómplices me verán caer
me voy a clavar en vuestra mirada
y ser espejo de la grada
Tendré que caer
inocente y pálido
el talco y la sangre
en el último asalto 


miércoles, 5 de marzo de 2014

Fred Uhlman- Reencuentro. Una crítica.





A veces uno quiere leer una historia corta, una de ésas que se leen en 2 ratos sueltos. Éste fue mi caso y al rebuscar por los estantes de casa posé la mirada en Reencuentro (L’amic retrobat) de Fred Uhlman. 96 páginas, literatura juvenil. A primera vista ya vi que sería perfecto para lo que quería.
 
La acción se sitúa en 1932 y el protagonista del libro, Hans, es un chico de 16 años que va a la escuela más prestigiosa y elitista de Stuttgart. Hans se limita a pasar desapercibido, sin amigos especiales e interesándose solo por las escasas clases que le llaman la atención. Todo esto cambia cuando en el mes de febrero, llega a su clase un nuevo alumno, Konradin Graf von Hohenfels, integrante de una de las familias más aristocráticas y con historia de Alemania. Al verle tan elegante y con su aura de seguridad, rápidamente quiere ser su amigo. Hans y Konradin congenian con facilidad y se convierten en inseparables durante los meses que restan hasta final de curso.

Hasta aquí no hemos mencionado un pequeño detalle que va adquiriendo importancia hasta convertirse en clave, Hans es judío. No lo hemos mencionado porque hasta entonces no era significativo pero a partir de la vuelta a la escuela, después de las vacaciones del verano, las cosas han cambiado significativamente. Los judíos, como consecuencia del ascenso de las ideas nacionalsocialistas en Alemania, empiezan a ser tratados como unos apestados y Hans empieza a notar toda esta hostilidad y vacío a su alrededor reflejándose en el clima cada vez más asfixiante que se ve obligado a soportar, así como en el cambio en su relación con su amigo Konradin, debido al origen familiar de éste muy conectado a los centros de poder de su país.

No desvelaremos nada más, simplemente comentar que muy al final del libro, Hans, vuelve a darse de bruces con ese año 1932, cuando tenía 16 años y conoció a su gran amigo, viendo como la política (por decirlo de alguna manera) se interfería significativamente en su vida, cambiándola totalmente.

El gran acierto del libro estriba en la sencillez con que nos explica, en una novela iniciática,  el ascenso del nazismo en un período muy corto de tiempo, teniendo como una de sus consecuencias el crecimiento a pasos agigantados del antisemitismo, incluso en escuelas de la alta burguesía. Y hablamos de 1932, cuando para el resto de Europa y del mundo, la Alemania nazi no suponía ningún problema, dentro del país personas que habían convivido sin ningún problema pasaban de ser vecinos a verdugos y víctimas en un lapso muy pequeño de tiempo.

También muestra la apertura de los ojos del adolescente ante la realidad de la vida y sus aspectos oscuros como el egoísmo, la pérdida del individualismo ante la pertenencia a una religión o raza y el miedo ante el poder creciente e indefinido de la masa, entre otros.

¿Literatura juvenil? Posiblemente. Pero este Reencuentro toca temas muy serios y su lectura me encantó dejando un poso agridulce.

Fred Uhlman en la Wikipedia

Recomendación: 

Elegir de manera eventual algún libro que a priori no se adapte a nuestros gustos, edad o género literario. Si sale mal, podremos criticar con argumentos.
 
Mientras escribía esta reseña he escuchado el espumoso Too True de Dum Dum Girls, el magnífico Occult Delight de Mode Moderne y para compensar tanto moderneo, escuché el imperecedero Armarios y Camas de La Dama se Esconde.