Descubrí al escritor estadounidense David Vann con Sukkwan Island, hace ya más de un lustro. Aunque la novela me gustó mucho, lo cierto es que su dureza aconsejaba una desconexión del autor. Por este motivo, cuando me regalaran Cocodrilo lo dejé reposando en un estante hasta hace escasas semanas.
Cocodrilo tiene mucho de novela autobiográfica ya que David Vann antes de poder vivir de la literatura desempeñó diferentes oficios, entre ellos el de organizar talleres de literatura creativa a bordo de un precioso velero que había adquirido con grandes esfuerzos y una mayor deuda. Al transportar el velero hasta el inicio de la ruta, el motor deja de funcionar cerca de Puerto Madero, un modestísimo y decrépito puerto mexicano cercano a la frontera con Guatemala.
Desde que nuestro protagonista llega al puerto solo encuentra hostilidad o interesada amistad (esto los más ladinos) de parte de los lugareños. Guardacostas, el capitán de puerto, el capo del narco local, buscavidas, prostitutas, mendigos y cualquier nativo que pase por ahí tratará de aprovecharse de él. Con cierta lógica piensan que un americano propietario de tan soberbio velero debe tener mucho dinero y no paran de enredarle, engañarle y estafarle con tal de que gaste su dinero. De hecho, le conocen todos como “Cajero Automático”, mientras hacen caso omiso de sus proclamas de que no es rico y necesita reparar el barco para poder trabajar y comer, Los más pobres solo quieren algún billete, pero otros lo que quieren es quedarse el barco. Cada vez la tensión y el rechazo es mayor y aunque incluso le pierden un motor que había encargado, no quiere dar su brazo a torcer y abandonar el barco dejándolo a merced de toda esta cohorte de ladrones. Pero, será capaz de aguantar mucho tiempo solo y contra todos?.
Este vendría a ser el argumento de Cocodrilo. Lo que subyace en la trama de la novela es la diferente perspectiva de la situación que tiene cada uno debido a su clase o poder económico; por un lado, el americano de clase media que cree que le van a ayudar porque él no quiere hacer nada malo. Por el otro, los habitantes de un lugar mísero, lejos de cualquier protección social en que cada uno se busca la vida como puede. Primero responden con hostilidad ante el desconocimiento de las intenciones de un americano con barco, pero cuando ven que es inofensivo se dedican a engañarle y expoliarle todo lo que pueden.
Cocodrilo tiene poco más de 220 páginas en que destacan sobremanera las magníficas descripciones del pueblo y de los diferentes escenarios por donde transita la acción, aunque la redundancia de situaciones provoca una lectura más árida en los capítulos finales. La errónea obcecación del protagonista produce una sucesión de días repetidos trufados de estériles gestiones por lo que una pequeña poda de páginas hubiese mejorado el dinamismo de la lectura. Esta reiteración acaba produciendo una cierta sensación de “el día de la marmota”: me levanto, salgo, busco piezas de recambio, me engañan, gasto dinero, no encuentro lo que busco, duermo. Exagerando mucho, y desde el punto de vista del creciente ambiente asfixiante, se podría trazar un leve paralelismo con la kafkiana El proceso: si en ella el protagonista luchaba contra una burocracia invencible e inalterable, en Cocodrilo intenta ganar una batalla contra la miseria que tiene perdida de antemano y no hace más que tropezar contra la misma piedra. Lo que queda claro en la novela es que, si es realmente autobiográfica, el autor alaskeño de entonces era ciertamente ingenuo y con un punto de soberbia o condescendencia, aunque también estoy convencido que después de este calvario de estancia en Puerto Madero cambió de golpe.
Cocodrilo de David Vann es una novela entretenida que describe fielmente una situación desagradable que se prolonga durante varias semanas, aunque se alarga en demasía y no deja rastro al no estar a la altura de otros títulos del escritor.
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