He de reconocer que la sinopsis
de La Tumba del Tejedor me atrapó. Me pareció tan divertida y encantadora que
la encontré idónea como regalo. Como parece ser que eso del karma existe (o
llamad como queráis a las pajas mentales que nos hacemos para tirar adelante) y
gracias también al encanto de quien recibió el obsequio, que me lo dejó posteriormente,
pude leerlo y disfrutarlo. A todo esto decir que anteriormente no conocía nada
de este libro y parece ser que es la obra más importante y perdurable de su autor
Seumas O’Kelly, que falleció prematuramente en 1918 con unos escasos 37 años, y
se publicó póstumamente poco tiempo después, convirtiéndose con el tiempo en un
referente de la novela humorística irlandesa.
La Tumba del Tejedor es una
novela corta, o mejor dicho un relato largo, ya que tan solo tiene 77 páginas en
la bonita edición de Sajalín Editores, con traducción de Celia Filipetto. Se inicia con la comitiva fúnebre por la
muerte de Mortimer Hehir, el último tejedor, formada por la viuda mucho más
joven que el difunto, los dos sepultureros –que son gemelos- y dos ancianos de
edad indeterminada pero muy viejos. Se encaminan al viejo cementerio de Cloon
na Morav (el Prado de los Muertos) para enterrar al finado. Este es el
camposanto tradicional del pueblo, pero es tan antiguo que está casi lleno y
solo tienen cabida en él los últimos representantes de cada linaje.
Precisamente el conocimiento que tienen del cementerio, ante el desconocimiento
de las nuevas generaciones, es precisamente el motivo de la presencia de los
dos ancianos; Meehaul Lynskey, el fabricante de clavos, y Cahir Bowes, el
picapedrero, que deberán ubicar con precisión el lugar exacto de la tumba del
tejedor.
Una vez en Cloon na Morav, empiezan
los problemas al discurrir entre los lúgubres laberintos de tumbas y no
recordar con seguridad la ubicación. Ante ello, empieza la discusión entre los
abuelos, cada vez más agria y mordaz, aprovechando entre puyas y reproches
varios para sacar a la luz secretos de los ilustres ciudadanos allí enterrados.
Entretanto la viuda, aburrida y un tanto desconcertada, empieza a sentir una
cierta atracción hacia uno de los dos sepultureros, percibiendo en sus miradas
que el interés pudiera ser correspondido.
Lograrán encontrar la tumba y le
enterrarán finalmente en Cloon na Morav?. Acabarán despedazándose los dos
ancianos en una de sus ególatras discusiones?. Significan algo las miradas
furtivas que se lanzan viuda y sepulturero?.
Tras este argumento encontramos
una divertida novela de humor más socarrón que hilarante, más irónico y
punzante que desternillante, que se manifiesta sobre todo en la discusión entre
los ancianos. Seres que saben que tienen su última oportunidad de sentirse
útiles e imprescindibles y no van a dejarla pasar, por lo que han de imponer su
opinión sobre la del otro, a cualquier precio, con tal de sentirse importantes
una vez más. La historia no deja de ser un reflejo de un mundo que se acaba, de
una serie de profesiones que desaparecen: tejedor, tonelero, fabricante manual
de clavos, y el hecho de que el cementerio esté a punto de llenarse totalmente derivando
los entierros hacia el nuevo, no deja de ser una metáfora del progreso de los
tiempos ante el que los anciano quieren reivindicarse por última vez. Metáfora
aún más acertada porque está ambientada hace un siglo y es un claro reflejo
de la continua evolución de la sociedad y sigue teniendo total validez un
siglo después, a pesar de que creamos que los cambios nunca han sido tan
rápidos y constantes como en nuestra época. La rápida atracción que siente la
viuda hacia otra persona, aún teniendo delante el ataúd de su marido, no deja
de representar la rápida asunción de los cambios dejando atrás con facilidad lo
que ha sido superado.
El libro se lee sin
complicaciones, gracias a su buen ritmo y sus diálogos llenos de réplicas y
contrarréplicas, que provocan que la lectura avance de forma fluida hasta
llegar al final. Los personajes son certeros y coherentes destacando claramente
el extremismo de los dos cascarrabias. La Tumba del Tejedor, sin ser una obra
maestra ni querer pretenderlo, proporciona un buen rato de entretenida lectura.
El lector asiste con sonrisa cómplice a la exacta descripción del final de una
época, que nos traza Seumas O’Kelly a partir de una anécdota trivial, mientras imagina
con facilidad el siniestro aspecto del cementerio y a los dos ancianos
discutiendo hostilmente mientras la viuda, azorada, no deja de mirar hacia otra
lugar más agradable.
Seumas O'Kelly en la Wikipedia
Recomendación:
Literatura mordaz y socarrona. Se aceptan sugerencias que cuesta encontrar escritores que practiquen este estilo.
Gracias por recomendar el libro. Pero... Vagando por Urano para escribir esta reseña se les ha perdido el nombre de la traductora que hizo posible que leyeras 'La tumba del tejedor' escrita en inglés por Seumas O'Kelly y publicada en España por la editorial Sajalín.
ResponderEliminarPues también tienes razón, amig@ desconocido. Omisión subsanada.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Vale, no es desternillante, pero chico me lo pasé pipa con esta lectura. Además la extensión es la justa, creo que más hubiera sido incluso cargante
ResponderEliminarBesos
Totalmente de acuerdo contigo en lo referente a la extensión, alargarlo más sería llevarlo a un callejón sin salida en que decrecería la atención del lector.
EliminarBesos
No lo conocía. Pero pones humor y ya me tienes ganado para la causa.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarCompartimos causa, Y LO SABES, que dice aquel.
EliminarHola: ¿ Cual es el criterio que usas ( y se usa habitualmente por tantos cuando una lectura se sale de los moldes convencionales) para determinar y calificar o no de obra maestra? Si, ya conozco aquello de la subjetividad, pero no me alcanza cuando se usa una calificación tan categórica que me deja bizqueando.
ResponderEliminarBuena pregunta José. A estas alturas salvo unos pocos referentes indiscutibles, creo que el concepto obra maestra es más un tema de márketing (las ventas, las ventas) que otra cosa.
EliminarAnte ello, se ha banalizado claramente. Como por aquí tampoco lo tenemos demasiado claro no acostumbramos a utilizar la expresión afirmativa ya que, como dices, ser tan categórico da vértigo y además, lo único que provoca es unas expectativas que luego difícilmente se cumplen.
El uso del no es una obra maestra, nos parece más fácil y encierra menos absolutismo.
Gracias por tu pregunta Jose, de verdad que la encuentro muy acertada.
Un saludo