Reconozco
que lo que me acabó de convencer para elegir No
voy a pedirle a nadie que me crea fue la bonita ilustración de la
portada, mostrando a varios personajes que corren sobre un mapa de
l’Eixample barcelonés. Las buenas críticas que había leído destacando su tono
humorístico y el hecho de ser ganadora del Premio Herralde ayudaron a la
elección a pesar de no haber leído nada anteriormente del autor, el mexicano Juan Pablo Villalobos.
El
libro se inicia cuando Juan Pablo junto con su novia, Valentina, están a punto
de partir de México debido a que ha ganado una beca para realizar un Doctorado
en Teoría Literaria y Literatura Comparada en Barcelona. Entonces le llama su
primo, un liante de consideración apodado el Proyectos al que hace tiempo que
no ve, proponiéndole presentarle a sus socios. Juan Pablo, tímido, apocado y
conformista acude a la molesta cita. Allí le coaccionan para que acepte
participar durante su estancia en Barcelona en el plan de una organización
mafiosa para llevar a cabo un negocio de altísimos beneficios.
Una
vez en la ciudad catalana, empieza a llevar una doble vida entre las clases y
las acciones derivadas de las órdenes que ha de cumplir, entrando en una
espiral enloquecida que convierten a Juan Pablo en una persona muy diferente de
la que era hace bien poco. Tanta presión y ansiedad acumulada provocan que se
termine cortocircuitando y esté dispuesto a realizar cualquier cosa con tal de
escapar de la trampa en que se halla, incluso revelarse contra la organización.
Esta
pequeña sinopsis desvela bien poca cosa del argumento ya que en este caso es
más destacable el camino que el final del trayecto. Por un lado, la narración
utiliza un tono ligero y humorístico, que invita más a la sonrisa que a la
carcajada, provocando una lectura agradecida en muchos momentos, especialmente
al describir las tribulaciones del primo Proyectos. Por otro, da voz a muchos
personajes y con formas diferentes; el cuerpo principal de la narración en
primera persona por parte del desdichado Juan Pablo, Valentina en forma de
diario de sus alucinadas desventuras, la madre histérica, excesiva y cargante
mediante disparatadados correos electrónicos y el buscavidas de su primo
mediante cartas transoceánicas. Tanto el tratamiento banal como las variaciones
de estilo son los aspectos más destacables de la novela.
En
cambio, como puntos negativos hemos de destacar una trama poco creíble y
además se desarrolla de forma confusa. Al desconcierto ayuda que por sus
páginas transiten personajes secundarios poco desarrollados y con
comportamientos erráticos lo que provoca, por momentos, una sensación de
batiburrillo. El final de la historia es tan abrupto como coherente, aunque
queda la sensación de que el autor ha liado tanto la madeja que lo resuelve de
un plumazo por la vía rápida.
No
me ha convencido No voy a pedirle a nadie que me
crea. A pesar de que tiene un inicio prometedor y puntos de humor
ingenioso, con el transcurrir de las páginas un halo de confusión se apodera de
la misma lastrando significativamente su lectura.
Juan Pablo Villalobos en la Wikipedia
Juan Pablo Villalobos
Recomendación:
Reincidir en la obra del autor, ese punto humorístico es muy interesante.
Durante
la redacción de esta reseña escuché el reconciliador The Tourist de Clap your hands say yeah, el sorprendentemente magnífico La Luz de Señores y el fantástico Don't ask don't tell de Come.