Tenía ganas de leer a Miqui Otero.
Su actividad -codo con codo con el gran Kiko Amat- al frente del Primera
Persona, sus artículos en El País (de lo poco destacable que queda en ese
periódico), la creciente repercusión obtenida por su obra anterior La Cápsula
del Tiempo y las bonitas ediciones que acostumbra a realizar Blackie Books me
habían predispuesto a su favor. Por tanto, cuando en Sant Jordi vi la bonita
portada de Rayos, su nueva novela, no dudé ni un momento en llevármela a casa.
Rayos nos explica la historia de
Fidel Centella, un chico de 24 años, que trabaja como becario en un periódico
barcelonés y posee un desconcertantemente pésimo sentido de la orientación
(vamos, que se pierde a dos calles de su casa). Una noche, mientras sus padres
están de vacaciones en su Galicia natal, se le cierra la puerta de casa con las
llaves dentro y, entonces, no le queda más remedio que dar el paso. En
zapatillas, calzoncillos, y una raída y a todas luces pequeña camiseta de
Barcelona 92 (su hortera camiseta de la suerte) se encamina hacia el piso del
Raval que comparten sus amigos del colegio, para instalarse en él y emanciparse
de una vez por todas.
Sus amigos son sus rayos, su guía
en la oscuridad, la referencia que encuentra al levantar la cabeza, metaforeados
en las luces de Montjuic. El avispado Iu negociante aventajado, el conquistador
Brais guía turístico tanto de exterior como de interior, el artista taciturno Justo, que debe dedicarse
a pintar con brocha gorda para mantenerse, convivirán con el apocado Fidel,
siempre esperando a que los trenes paren delante de él, bajen la escalerilla y
le obliguen a subirse a ellos antes de intentar cogerlos por él mismo. La
convivencia dentro del ruinoso piso que comparten y sus experiencias
compartidas pondrán a prueba los hilos que entretejen su sólida amistad.
Rayos no pretende ser tanto un
libro iniciático como el reflejo de la pérdida que comporta la asunción de
responsabilidades de la vida adulta, ya sean laborales, sentimentales o de
cualquier tipo. Durante el transcurrir de la historia, Fidel ve tambalearse los
pilares que habían sustentado su existencia: sus padres, su amiga y confidente
Bárbara e incluso sus inmutables Rayos.
Miqui Otero demuestra que es un
gran contador de historias, por momentos recuerda a un Paul Auster en buena
forma. Coge un hilo que puede parecer aleatorio, lo enfoca y lo desarrolla siguiendo
su propio cauce alejado del río principal mientras el lector disfruta con su
devenir. El único problema estriba en que estas enriquecedoras ramificaciones,
en ocasiones, pueden llegar a distraer de la trama principal.
La narración avanza a buen ritmo,
la trama gana interés durante la lectura y los personajes están bien trazados.
Destaca especialmente Fidel, siempre indeciso y dubitativo y que, pobre, se
pasa la novela naufragando entre 2 aguas: el refugio de la casa de sus padres y
el abandono que supone el piso con sus amigos. El amor hacia Diana –la niña
bien- y el platonismo hacia Bárbara –la chica salvaje-. El ambiente de semi
pobreza de Tinet y sus flirteos con los lujos de la alta burguesía barcelonesa.
Tanta ambivalencia socava el equilibrio de Fidel conduciéndole hacia el
desastre.
El escritor utiliza la coartada
de la historia de los chicos para mostrarnos una Barcelona que todavía no se había entregado totalmente
al turismo (Barcelona que ya no existe) mostrando casos de mobbing inmobiliario
para lavar la cara de la ciudad –y especular logrando pingües beneficios-. Refleja
mediante los padres de Fidel, gallegos, la inmigración llegada a la ciudad a
finales de los 60 y primeros 70 (y que siempre han mantenido la añoranza de su
tierra), contrapuesta con la reciente ola de emigración, en este caso
extranjera, y que es un fenómeno imparable invadiendo las calles de la ciudad. El
mismo fenómeno pero contemplado por todos de manera totalmente diferente. A través
de las andanzas de Fidel, el autor plasma en la novela la diferencia de clases,
tan claramente delimitada geográficamente por barrios en la capital catalana.
Por todo esto, Rayos también es un agridulce canto de amor a la Barcelona del
autor.
Rayos tiene una doble cara. La alegría
de la juventud con su intensidad y ganas de vivir al límite y su reverso, los
batacazos producidos por las primeras decepciones, las primeras traiciones, las
primeras pérdidas. En este aspecto es donde acusamos falta de fuelle y contundencia.
Las situaciones humorísticas no son hilarantes y a los momentos más tristes no
acaban de conmover, les falta emoción, un plus de desgarro. Posiblemente porque
Fidel sea un sosainas de mucho cuidado o porque la novela tiene posos
autobiográficos y el autor haya sido cauto al contenerse para no exponerse
demasiado, aunque esto último sea tan solo una hipótesis.
Como decía más arriba, me ha llamado mucho la atención la facilidad
para contar historias de Miqui Otero, hecho éste que le convierte en un autor a
seguir muy de cerca.
Página de Miqui Otero
Miqui Otero
Recomendación:
Sus libros anteriores Hilo Musical y La Cápsula del Tiempo. Con algunos puntos en común la superior, por mayor acidez y descaro, Cuatro Amigos de David Trueba.
Estaba esperando tu reseña. Has empezado poniéndome los dientes largos pero el final ha sido un jarro de agua fría. Igual pruebo con otro. Quizás 'La cápsula del tiempo'.
ResponderEliminar'Forever Changes' forever!!!
ültimamente he ido muy justo de tiempo y he tardado más de lo que quería en leerlo y reseñarlo.
ResponderEliminarEl libro se lee bien y la historia es interesante pero creo que caer en la complacencia es un error.
Forever Changes forever! claro que sí.
Abrazo