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viernes, 24 de agosto de 2018

J.L. CARR - CÓMO LLEGAMOS A LA FINAL DE WEMBLEY

Cuando hice la lista de libros que quería comprar en la pasada Diada de Sant Jordi, uno de los que tenía marcados con la etiqueta de máxima preferencia era Cómo llegamos a la final de Wembley. Aunque tan solo había leído una pequeña referencia, su tremendamente atractiva portada (con cuatro personajes ataviados con “equipaciones” futboleras de hace casi un siglo) y el hecho que tratase de fútbol me atraía poderosamente. Cabe destacar que pese a que la edición de Tusquets Editores sea de este 2018, el libro se escribió en el ya lejano 1975 y su autor, J.L. Carr, falleció hace ya unos cuantos años.

La historia se ambienta a mediados de los años setenta en Steeple Sindeby, un pueblecito agrícola situado en Yorkshire, en la zona Norte de Inglaterra, en un medio totalmente rural, de tan solo 547 habitantes y al que el resto de ingleses no duda en calificar de paletos o pueblerinos, en el mejor de los casos. El equipo de fútbol del lugar -Steeple Sindeby Wanderers- decide inscribirse para competir en una de las competiciones más prestigiosas que existe, la FA Cup. Por ello, hacen un equipo totalmente nuevo basándose en las indicaciones de su mejor jugador, Alex Slingsby, que llegó a debutar con el Aston Villa, y que por circunstancias personales ha acabado en esta pequeña aldea. Éste pide ayuda al Doctor Kossuth, un filósofo húngaro que reside en el pueblo, para que aplique sus ideas al fútbol. Con sus enseñanzas teóricas y el apoyo incondicional de su excéntrico presidente, el Sr. Fangfoss, conformarán un equipo que gana partidos e irá pasando rondas de la competición hasta llegar a la final de la competición.

El narrador de la historia es el Sr Gidner, secretario del club y escritor a ratos libres. Este tiene un puesto privilegiado ya que es pieza indispensable en el devenir del equipo aún a pesar de no vestirse de corto. Se vale de sus propias experiencias, de las crónicas de los periódicos deportivos y de las actas de las reuniones de la Junta del club para explicar las peripecias del equipo.

Quien piense que la historia va sobre una sucesión de partidos de fútbol está totalmente equivocado. Evidentemente se narra el crecimiento de los Wanderers pero los partidos en sí no son el núcleo del libro, incluso se pasa totalmente de corrido en alguno de ellos, sino que lo interesante es cómo se crea el grupo (reclutando al párroco, al lechero y a varios mineros entre otros), como de un pueblo insignificante se consigue tener un equipo que llega a plantarse en la final de una competición tan importante y, sobre todo, tanto el impacto que tiene esta pequeña hazaña en todo el Reino Unido como ésta afecta a la aburridísima vida cotidiana de los habitantes de Steeple Sindeby. 

La novela tan solo tiene unas doscientas páginas que se devoran con rapidez. Su lectura es una delicia por sus párrafos cortos, sin adornos innecesarios, repletos de un jovial humor inglés que se filtra incesantemente entre sus líneas (es de agradecer la gran traducción llevada a cabo por Puerto Barruetabeña). No es un humor de provocar carcajadas pero sí de tener continuamente una sonrisa dibujada de oreja a oreja -la que aparece al contemplar algo que nos atrae irremediablemente- tanto por el estilo del autor como por la empatía que provocan este tipo de proezas deportivas (Alcorconazos varios o el equipo de bobsleigh de Jamaica en Calgary88, por poner algunos ejemplos) protagonizadas por equipos en clarísima desventaja competitiva.


J.L. Carr trató de reflejar su experiencia en un equipo amateur durante su juventud y el resultado es Cómo llegamos a la final de Wembley. Un regalo, una absoluta delicia de lectura ya convertida en clásico de la literatura moderna y no solo de la deportiva, como denota el hecho de que haya sido reeditado recientemente por Penguin Modern Classics en lengua inglesa, recomendado tanto para futboleros irredentos como para lectores en general.


RECOMENDACIÓN:
Hablando de fútbol; el enorme Fiebre en las Gradas de Nick Hornby y la trilogía futbolera del recientemente fallecido Philip Kerr. 

Durante la redacción de esta reseña he escuchado el fabuloso retorno de Slowidve de título homónimo, el disfrutable power pop de Fountains of Wayne en Welcome Interstate Manager así como Swoon de los magníficos Silversun Pickups.

jueves, 3 de abril de 2014

Ron McLarty- Una Historia en Bicicleta


Reconozco que elegí este libro por la portada. En mi última visita a la biblioteca me llamó la atención esa portada roja, con un camino dibujado con trazos infantiles conteniendo un ciclista y unos plátanos. Una Historia en Bicicleta, de Ron McLarty, ni idea ni del libro ni del autor.


El libro nos habla de Smithy Ide, un hombre de 43 años que pesa 126 kilos, es supervisor de una fábrica de juguetes (principalmente se dedica a verificar que las manos y pies de los muñecos no intercambien sus posiciones) y sus principales aficiones son comer galletas saladas y comida rápida así como beber cantidades ingentes de cerveza y vodka con naranja mientras intenta no hacer nada en absoluto.


En un inicio trepidante, se describe el accidente de automóvil en el que fallecen los padres de Smithy. Al volver a casa, en un estado confuso mezcla de cansancio y ebriedad, redescubre su querida bicicleta de la infancia, se sube a ella y no se bajará hasta que llegue al final del camino; Los Ángeles. Solo un pequeño inconveniente, la acción se desarrolla en Providence (Rhode Island) – costa Este de los USA- y Los Ángeles está a unos 4.700 kilómetros (según acabo de consultar en la Biblia de hoy en día –Google-).


Ron McLarty nos narra en capítulos alternos el presente del viaje, con las peripecias que le ocurren a nuestro protagonista, y el pasado de Smithy que nos muestra los porqués de su situación actual de indolencia. A pesar de sus 43 años, éste no deja de ser un viaje iniciático. Nuestro protagonista se había dejado llevar conformándose con su rutina de vida encerrada en sí mismo y sin haber superado sus propios fantasmas. El viaje en bicicleta hace que tenga un misión, un propósito (ir haciendo kilómetros sin limitación) y mientras avanza este viaje, Smithy, descubre con satisfacción que pierde peso y, especialmente, que es capaz de conocer gente nueva, retomar lazos que creía rotos y salir airoso de situaciones imprevistas. Sin darse cuenta el viaje se convierte en una búsqueda. La búsqueda de sí mismo, y la aceptación del peso del pasado como parte de uno mismo.


La lectura del libro es sencillamente deliciosa, como lector he devorado los capítulos casi como Smithy lo hacía con los kilómetros. La estructura del libro le da un cierto aire bipolar. Los capítulos referidos al presente son ilusionantes y mayormente optimistas siguiendo al ciclista en las peripecias que se encuentra en su camino. Los que hablan del  pasado del protagonista son muchos más sombríos y en muchos casos, como lector, se te encoge el corazón ante la inminencia de la catástrofe.


Ron McLarty elige que Smithy sea un personaje sencillo, nada pretencioso e incluso retraído. Esta característica hace que nos caiga bien de inmediato. La acción fluye suavemente y con naturalidad. Un gran acierto del autor es que no deja que el tono agradable del libro se torne en demasiado almibarado y sentimental, hecho que hubiese arruinado su lectura. Una Historia en Bicicleta es un canto a las nuevas oportunidades, a la evolución personal y la aceptación de los errores. La descripción de los efectos de la enfermedad mental en una familia es sencillamente devastadora, los capítulos dedicados a su hermana, Bethany, son sobrecogedores y de una tristeza latente como claro reflejo de la pesadilla que describen.


Durante el transcurrir de la novela vienen a la cabeza nombres como Jack Kerouack, Ignatius J. Reilly y Holden Cauldfield y, aunque sea de refilón, recordar esos nombres habla muy bien de este libro.

Ron McLarty en la Wikipedia

Recomendación: 

Visitar bibilotecas y elegir libros desconocidos. Puedes equivocarte pero seguro que encontrarás tesoros.
Mientras escribía esta reseña he escuchado a los novedosos Eagulls y me regocijé al escuchar el nuevo disco de los Afghan Whigs, Do the Beast, con un Greg Dully que es uno de los mejores cantantes del rock'n'roll.