Cuando estoy en casas ajenas
siempre dedico una mirada a recorrer los libros a la vista. Como tenga un
mínimo de confianza enseguida me pongo a dar la tabarra con ellos y pido una
recomendación (por muy snob que uno sea, hay un mar de títulos y escritores
que desconozco). Hace unos meses en casa de un familiar y ante la espléndida
biblioteca que posee, estuver un buen rato deleitándome en su
contemplación para terminar llevándome Mi idea de la diversión de Will Self. No
tenía ninguna referencia sobre el libro pero palabras en su contraportada como divertidísima,
malévola, comicidad feroz o humor muy negro me convencieron totalmente.
En una cena con sus amigos, tan
burgueses como él, a Ian Wharton –triunfador ejecutivo treintañero- le preguntan
sobre qué entiende por diversión. Ian, impertérrito, elude la cuestión y se
pone a escuchar al resto de asistentes ya que no puede confesar en voz alta su
perversa, depravada y enfermiza idea de la diversión. Tan repulsiva y cruel que
su sola mención provocaría el desprecio de sus semejantes y, casi con total
certeza, alguna denuncia que acabaría con sus huesos en una oscura mazmorra
policial.
Pero Ian no fue siempre tan malévolo. Una vez fue un niño inocente. Tan inocente
como retraído y solitario. Una madre siempre atareada y la ausencia de un padre
fugado provocaron que Ian aceptara sin rechistar la presencia y guía de un
tutor impuesto, el Sr. Broadhurst, un viejo amigo de la familia. Cuando a un
muchacho joven e impresionable, autotorturado por poseer una prodigiosa
capacidad eidética (habilidad comúnmente conocida como memoria fotográfica) le
tutela un ser tan misterioso como descomunal, tan elegante como egoísta, tan excéntrico
y excesivo como metódico, cualquier cosa puede enraizar en el cerebro del
talentoso Ian, pudiendo convertir la brújula de sus enseñanzas en una
peligrosa deriva que le lleve a despreciar totalmente a sus semejantes.
Y sí, yo también creo que la
sinopsis promete y si además, le añadimos un sustrato de humor cáustico soterrado
entonces las expectativas de lectura disfrutable se disparan exponencialmente.
Pero no, y siento mucho pinchar el globo, en absoluto cumple lo prometido.
El libro se divide en dos partes: la infancia-adolescencia de Ian y su edad
adulta. En la primera, reflejo de la admiración del chico por su tutor y como
su influencia va calando en él, tiene un estilo perezoso y tedioso plasmando la
misma afición al pleonasmo en la escritura que el Sr. Broadhurst en su lenguaje
y explicaciones. Párrafos con abundantes símiles y metáforas, un vocabulario barroco y
rebuscado no consiguen más que cansar al lector, sobrevolando una permanente
sensación de que la historia no lleva a ninguna parte. La segunda parte es un
delirio constante, una incursión permanente en el absurdo, un absurdo tan
excesivo como poco esclarecedor y, por tanto, innecesario. Las páginas
transcurren en un insulso y disparatado limbo cotidiano, hasta que llega un momento en que el autor decide acabar
la historia y, en unas pocas hojas, abre una puerta mágica que alumbra a Ian las
claves de su comportamiento, provocándole una revelación, una aceptación que le permiten llegar tan
pancho al final del libro. Con la salvedad de que esta revelación guarda poca
coherencia con lo leído en las casi trescientas páginas anteriores.
Recargada tendencia al ornamento
superfluo, escaso interés de la acción, historias paralelas insustanciales. El
uso de estas expresiones dan una idea de la aridez de su lectura con el consiguiente desinterés hacia el devenir de Ian. Ante esto, por qué no
dejé el libro? Primero por cabezota (mi inmensa fe en un giro prodigioso que no
se producirá) y luego, porque reconozco que a partir de la página cien recurrí
a la lectura en diagonal, hecho éste que me ayudó decididamente a llegar al
final. Asumo que muy posiblemente sea culpa mía y no haya entendido
absolutamente nada, ni mucho menos haya detectado las claves ocultas que deben
poblar la narración para convertir la lectura en interesante y, ya no digamos, en
cáustica, divertida y gratificante.
En este páramo creo que es necesario mencionar la ingente labor de traducción llevada a cabo por Cecilia Cerani y
Txaro Santoro para trasladar el recargado universo de Will Self al castellano.
Creo que no puedo destacar nada más salvo que acabó pareciéndome una total
pérdida de tiempo. O siendo más elegante, digamos que la historia surgida de la
imaginación del autor no tiene nada que ver con Mi idea de la diversión.
Will Self en la Wikipedia
Recomendación:
Más que una recomendación, una orden: devolver siempre los libros prestados.
Cuando he visto el título he temblado. Me pasó lo mismo, esperaba algo ligero, tal vez irónico o incluso cáustico y no, me aburrí
ResponderEliminarBesos
Vaya, pues nos ha pasado a ambos lo mismo. Lo cierto es que internamente me alegro un poco ya que cuando un libro no te gusta siempre hay un instante en que piensas: seré yo?.
EliminarBesos.
En algún sitio leí que tiene escenas muy gore, en plan decapitación + sexo (en ese orden). No sé si me confundo de libro...
ResponderEliminarDe hecho viene a decir algo así como: diversiones como follarse el cuello cercenado de un tipo después de decapitarle.
EliminarMás que gore es desagradable. Además como el tono de la novela no convence en absoluto, pues lo lees y piensas: fantasma!
No te confundes no, pero este es el momento reclamo, claramente.
Abrazo