Estando de vacaciones lejos de
casa puede ocurrir que te quedes sin libro que leer. Eso es precisamente lo que
me pasó este pasado verano, por lo que no tardé en entrar en una bonita
librería. Librería en la que, como curiosidad, no tenían mesa con chillonas novedades y los libros estaban ordenados por editorial, consiguiendo un logrado
efecto cromático (interesante tema de discusión, si los libros deben ordenarse
por autor o por editorial). Después de un buen rato en que el Síndrome de
Stendhal tomó el mando, finalmente recurrí a la siempre efectiva Colección
Compactos de Anagrama para hacerme con un título de los que llama la atención:
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks.
No había leído nada del famoso
neurólogo y divulgador y lo cierto es que tenía bastante curiosidad por
introducirme en su obra aunque nunca encontraba el momento. Supongo que el
contexto y la repercusión de su reciente defunción influyeron en mi decisión
aunque también una cierta atracción hacia las disfunciones mentales.
En el libro, Oliver Sacks enumera
y explica una veintena larga de casos con los que se ha ido encontrando durante
su vida profesional. Desde el del paciente que da nombre al título hasta el de
Ray, un hombre con tics tan continuados y violentos que condicionan totalmente
su vida, pasando por Madeleine que tiene unas manos que no siente como suyas o
por Los Gemelos, dos hermanos deficientes capaces de calcular en un instante en
qué día de la semana caerá cualquier fecha que se les proponga. Nos presenta a
Natasha, nonagenaria que a sus edades se vuelve lujuriosa aunque también a
Jimmie, que treinta años después del final de la II Guerra Mundial sigue
creyendo que sirve en la Marina dentro de esa contienda.
Cito estos sin ningún orden ni concierto
pero podría enumerarlos todos, ya que cada uno es de ellos es –como poco- curioso
cuando no aterrador. El enorme acierto de Oliver Sacks y su gran virtud estriba en
que los detalla con un lenguaje inteligible sin perderse en vericuetos médicos,
recurriendo a un lenguaje técnico sencillo y sin extenderse en exceso.
Nos presenta los casos de sus pacientes desde una perspectiva muy humana, sin
tratarlos en ningún momento como atracciones de feria –porque no lo son,
lógicamente- y con sumo respeto tanto por ellos como por las tortuosidades de
la mente humana. Además, no presenta curaciones milagrosas ni remedios
infalibles sino que explica la evolución de la enfermedad y el tratamiento
seguido, que no siempre funciona, y en muchos casos solo consigue paliar sus
síntomas pero al menos mejora la vida del paciente.
Me ha convencido Oliver Sacks en
el primer encuentro con sus escritos y reincidiré en otros. De todos modos,
leer de forma seguida los 24 casos que expone el libro puede ser una tarea
ardua provocando una cierta confusión entre todos ellos, por lo que sugeriría
alternar la lectura de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero con
otros libros para evitar al sensación de empacho que puede llegar a producir.
Oliver Sacks en la Wikipedia
Recomendación:
Atreverse con libros, llamémoslos así, diferentes.
Nick Cave and the Bad Seeds, el pop destartalado de Hefner.
Pues por un comentario que leí una vez a Alberto Olmos, en el que decía —si no recuerdo mal— que el fondo de la obra de Sacks se podía resumir en algo así como: "mira que graciosos los locos", pensaba que Sacks sí que caía en el efecto "fenómeno de feria". Pero si tú dices que no, tendré que cambiar el prejuicio.
ResponderEliminarNo debemos olvidar que se trata de una enumeración de casos con enfermedades o disfunciones mentales que en la mayoría de los casos son, como poco, curiosas y muy llamativas. Su misma diferencia ya les podría etiquetar como fenómenos de feria aunque yo creo que ese punto de vista es más el que toma el lector que el que utiliza el autor.
ResponderEliminarOliver Sacks explica los síntomas e intenta detallar las causas y su evolución pero no creo que recurra a un exhibicionismo barato.
Aunque hasta que punto las críticas recibidas por el autor por parte de otros colegas no han sido más que envidia hacia su éxito?.
Por cierto, Alberto Olmos no es el famoso Lector Malherido?.
Saludos