En la última excursión a la Biblioteca Pública, al curiosear
entre sus estantes, me sorprendí gratamente el encontrar en la letra B un libro
de Edward Bunker. Después de haber disfrutado anteriormente con No Hay BestiaTan Feroz, uno se confiesa convencido
admirador del escritor de Los Ángeles con lo que tuve muy claro que me llevaría
a casa Little Boy Blue, el título que tuve la fortuna de hallar y que según el
propio autor, es su mejor obra. En este caso, con traducción de Zulema Couso.
Al inicio del libro, conocemos a Alex Hammond, un chico de once
años dotado de una gran inteligencia acompañada de un explosivo carácter con
violentos accesos de rabia que por momentos llegan a hacer pensar en conatos de
locura. Tras el divorcio de sus padres, la imposibilidad del progenitor de
cuidarle a tiempo completo provoca que Alex tenga que ir a varias instituciones
estatales de acogida de las que se escapa con regularidad y donde empieza a
desarrollar un marcado desprecio hacia la autoridad.
Una noche, después de haberse fugado con otro chico del
último centro en el que estaban, deciden entrar a robar en una tienda cerrada.
Cuando todo parecía ir bien e iban a escapar con su botín, los propietarios del
negocio les descubren y presa del pánico, Alex dispara un revólver que encuentra
en un cajón, hiriendo a uno de ellos.
En ese crucial momento, Alex deja de ser un pobre chico con
mala suerte para pasar a ser un proyecto de delincuente. En ese momento, Alex
cambia las escuelas y hogares de acogida por instituciones represoras. En ese
momento, Alex todavía no lo sabe pero ha emprendido un sinuoso camino que no le
llevará a ningún sitio.
A partir de entonces la novela sigue al chico en su
peregrinaje por instituciones militares, pabellones psiquiátricos, centros de
menores, correccionales y reformatorios varios, de los que termina,
invariablemente, escapando gracias a su inteligencia y a su innato sentido de
la supervivencia. En todos ellos, Alex es de los muchachos más jóvenes cuando
ingresa, por lo que responde con inusitada violencia para hacerse respetar y
ganarse fama de duro y a pesar de su autoaislamiento, se granjea una serie de
amistades de los que aprende trucos y mecanismos de delincuentes que luego
aplica cuando está en la calle. Con el transcurrir de las páginas asistimos
indefectiblemente a la pérdida de la
inocencia del chico, actuando al inicio movido por el miedo y la desesperación
hasta que al final del libro, con 17 años, ya se ha convertido en un auténtico
delincuente.
La acción se sitúa en los últimos años de la II Guerra
Mundial y como ya ocurría en No hay bestia tan feroz, Edward Bunker relata de
manera realista y con trazo vigoroso un mundo que conoció bien en primera
persona, reflejado perfectamente en el detalle de las normas de funcionamiento de
los centros de reclusión para jóvenes, con el progresivo endurecimiento de las
normas de comportamiento en función de su grado. A la vez que aumentan la
dureza de los mismos, contemplamos la progresiva degradación moral de Alex,
orientando su privilegiada mente hacia el delito. En los paréntesis en que el
chico está fuera, se describen con precisión los bajos fondos de Los Ángeles y
los esfuerzos de un chico tan joven para “buscarse la vida” y conseguir ir
tirando adelante día a día, sin horizonte ni esperanza sabiendo que tarde o
temprano le terminarán capturando.
Tras estos aspectos más evidentes Bunker critica la total
incapacidad e inoperancia de los distintos centros represores para dar una
alternativa a la delincuencia a los muchachos ingresados en ellos, más bien
todo lo contrario, convirtiéndose en escuelas del delito donde solo se respeta
la violencia. El racismo también está muy presente en las páginas de la novela,
mostrando el desprecio entre razas incluso en centros de reclusión. La
presencia de las drogas y los devastadores efectos de las adicciones aparecen
de soslayo, casi sin querer tomar protagonismo pero siendo muy importantes como
motivadores de las acciones de los pequeños delincuentes dispuestos a cualquier
delito con el fin de poder conseguir una nueva dosis.
Little Boy Blue es otra jugosa y desencantada historia de
perdedores marca de la casa de Edward Bunker, en este caso con un mayor poso de
tristeza debido a la edad del protagonista. La coherencia y verosimilitud de la
historia provoca que capte totalmente la atención del lector que asiste
impactado al desarrollo de la narración. Volvemos a reivindicar al obra del
escritor y desde aquí elogiamos y agradecemos la tarea emprendida por Sajalín
Editores para ofrecernos la obra de Edward Bunker, que nos ha permitido
disfrutar de un escritor francamente interesante con unas historias tan
visuales como realistas y entretenidas.
Edward Bunker en la Wikipedia
Edward Bunker
Recomendación:
Edward Bunker, James Ellroy.